Todos los animales poseen alma
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), México ocupa el tercer lugar, a nivel global, en maltrato animal.
El concepto de maltrato o crueldad animal comúnmente se vincula con el daño que sufren los llamados animales de compañía -perros y gatos principalmente-.
El mismo INEGI señala que de cada diez perros, siete son maltratados. Esta información es incompleta debido a que el maltrato a los animales no se limita a estas especies.
Es evidente que los demás animales con los que los animales humanos nos relacionamos también poseen una diferencia intrínseca que los hace únicos e irrepetibles, por lo que deberían ser considerados en estas cifras.
El alma
El mundo subjetivo que todos los animales humanos y no humanos poseemos, está acompañado de nuestra diferencia intrínseca.
En el occidente antiguo dicha diferencia estuvo identificada con el concepto de Alma (psyché, pneuma). Con el paso de los siglos se indagó sobre este fenómeno subjetivo, pero casi siempre la investigación filosófica se centró únicamente en el animal humano.
De ahí surgió una idea de la antropología filosófica, a saber: que el alma humana como facultad interior podía conocer y comprender lo que le rodeaba, incluso podía conocerse a sí misma.
En una palabra, que el humano poseía una autoconciencia que le permitía ser director de su propia existencia.
A esto se sumaron otras ideas: que el alma humana era capaz de contemplar lo divino; que era sede de la sabiduría y la felicidad. Estas representaciones del alma humana posicionaron al animal humano dentro de los seres singulares.
Tal representación se aprovechó en la vulgata de la religión judeocristiana para afirmar que la especie humana es privilegiada por que fue creada a imagen y semejanza de un Dios.
Luego, a los demás animales se les negó arbitrariamente la posesión de un alma, entendida como lo que anima, lo que da vida y posibilita la diferencia intrínseca: el mundo subjetivo de cada animal.
Todo ser vivo posee alma
Aunque algunos filósofos antiguos como Pitágoras, Empédocles, Plutarco o Porfirio de Tiro, plantearon y argumentaron que los animales no humanos también poseen alma y por tanto deberían ser considerados moralmente, sus ideas y argumentos no fueron escuchados y mucho menos comprendidos.
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Por tanto, somos herederos no de estas filosofías, sino de la tradición que negó la posesión de alma a los animales no humanos y del abuso ideológico del concepto de alma.
Aunque este concepto está en desuso, es evidente que nos mantenemos en la creencia errónea de que los animales no humanos son una especie de autómatas, carentes de alma, que experimentan un sufrimiento que no se considera lo suficientemente relevante para no causarlo a ninguno de ellos.
Por tanto, la información del INEGI es parcial, no solo perros y gatos sufren maltrato y crueldad, el horror que viven otros millones de animales dentro de las granjas industriales, zoológicos, acuarios, en la industria peletera, bélica o de la investigación está comúnmente invisibilizado.
Sin duda Herbert Marcuse tenía razón cuando señaló que el infierno es un lugar definido, real y “parte de este infierno es el maltrato a los animales; la obra de una sociedad humana cuya racionalidad es todavía lo irracional”.