Era domingo y mi padre madrugaba, algo habitual en él, solo que en esta ocasión era para ir a Tepatitlán de Morelos, a visitar un restaurant de carnitas, conocido en los ochenta como Los Gordos, que presumían de ser los mejores de los altos de Jalisco.
Lo acompañé, recuerdo lo maravilloso que ir a la central camionera vieja, era pasar por la banqueta que los locales ambulantes formaban un pasillo con su producto, el clásico de la región, birote salado gigantes, cemas de pan también gigantes, bolas dulces grandes que eran mis favoritas.
También estaba el pasillo de los tacos, había de hoyita (guisos), de comal como bistec, tripa, chorizo, tacos al vapor, y de birria. Subimos al camión gigante, como le decía yo a corta edad. El chófer encendía la radio, los angeles negros, los yonic’s, los terrícolas, entre otros hacían la admosfera del viaje.
El camión paraba en cada poblado, los vendedores se acercaban de inmediato ofreciendo tacos dorados y tacos de canasta recién hechos, al menos eso decían, los cuales los preparaban con un puño de col (repollo) y salsa de tomate rojo que era tan líquida que igual podría ser agua fresca. En el trayecto todos hablaban del partido del fútbol, la gran final.
Llegamos a Tepa y fuimos al mercado a desayunar menudo, pasamos por la carnitas donde ya nos esperaban. Sin perder más tiempo de regreso a casa, donde esperaba mi madre y mi hermana.
La televisión ya daba a conocer las alineaciones del encuentro de fútbol, mi padre en el equipal, algo así como la silla presidencial para el jefe de la familia. Ángeles, mi hermana, era la encargada de preparar “los pegues”, tequila herradura con refresco de toronja. La botana lista y Celestino Morales salvaba al equipo tapatío en varias ocasiones de que el equipo de televisa tomara la delantera.
Un grito de enojo por la falla de Cisneros, gestos de inconformidad por las fallas del “Snoopy” Pérez y los pases errados de Gómez Junco. ¡Penal, penal! A favor de Chivas, el Vaquero, el ídolo de las chiva, se perfila, tira y ¡Zelada! detiene el penal.
Los sueños de muchos se empiezan a diluir de ver levantar la copa de campeón al equipo que dirigía Alberto Guerra. La fiesta se amargo con un 3 a 1 a favor de las águilas del América.
Mi padre se levanta, apaga la televisión, “eso les pasa por no tener amor a la playera”. Voltea con mi mamá y dice: arreglence, que nos vamos al parque Alcalde, que estos no nos amarguen. Ese día muchos tapatíos aseguraban que Eduardo el Vaquero Cisneros era ayudante de chef, todos lo llamaban pinche.
Foto: Eduardo Cisneros se perfila para cobrar penal contra Celada.