Ayer empezaron las elecciones más importantes del mundo, aquellas que atraen hasta las miradas más desinteresadas en la política. La recta final entre el repúblicano Donald Trump, y la demócrata Kamala Harris nos dejó momentos inesperados e intensidad en las urnas electorales.
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Como bien sabemos, aquel que se sienta en la silla presidencial en los Estados Unidos, es determinado por el número de votos electorales que consigue, es decir, la cantidad de estados que logra ganar, más que por la mayoría del voto popular, como en el resto de los países democráticos del mundo. Harris no ha logrado conseguir ninguna de esas ventajas en la contienda.
A pesar de lo que se creía previo al arranque del conteo de las votaciones el martes 5 de noviembre, Trump mantuvo la delantera en todo momento sin mucha preocupación.
Además, logró conformar un senado que le permitirá gobernar durante la mitad de su segundo mandato sin contrapesos significativos.
Los estados apretados
Como ya mencioné, Trump tuvo una delantera firme durante todo el conteo, pero hubo momentos donde estados de valor electoral significativo se mantuvieron al margen de la decisión.
Con proyecciones que cambiaban de color como sirenas policiacas, los estados de Georgia, Arizona, Minnesota, Michigan y particularmente Pensilvania, se mantuvieron por momentos en un margen lo suficientemente apretado como para esperanzar a Harris y a sus votantes.
Sin sorprendernos mucho, la gran mayoría de los estados históricamente republicanos o demócratas, como Texas y California, obtuvieron sin mucho problema sus colores tradicionales.
¿Qué nos dicen estas elecciones?
No hay dudas de que los resultados indican dos cosas, por un lado, presenciamos un voto de castigo de una cantidad importante del electorado debido a la pésima gestión del presidente Joe Biden, un hombre del pasado superado por los grandes problemas del presente: su incapacidad de acabar con la guerra de Ucrania, la forma en la que aumentó la capacidad de fuego del talibán con la retirada de tropas estadounidenses, su apoyo a Israel y su control migratorio ineficiente, a manos de Kamala Harris, hay
que decirlo.
El otro punto que podemos señalar, es que la sociedad estadounidense ha decidido dar un salto hacia a la derecha, una que ha preferido tener a un convicto antes que a una mujer, hija de migrantes.
Harris es la segunda mujer que pierde la presidencia contra el polémico empresario y futuro presidente de los Estados Unidos.
¿Qué pudieron hacer mejor los demócratas?
No me parece polémico decir que Harris es una mujer que cuenta con una amplia formación, carisma y buena oratoria, pero su candidatura no estuvo en el consciente colectivo hasta los últimos meses. No niego que fuera presidenciable, pero Biden, tuvo que hacer un desastre en el primer debate para que los demócratas miraran hacia otro lado.
Más allá del apoyo de personalidades como Beyoncé y Taylor Swift, más allá de la gran cantidad de pequeñas donaciones para su campaña, a comparación de la pequeña cantidad de donaciones en grandes sumas de dinero que recibió Trump, Kamala no tuvo tiempo suficiente darse a conocer frente al electorado.
Los demócratas tendrán unos años difíciles por venir, pero aún hay puertas que permanecen cerradas, considerando que Trump cumplirá con su reelección y JD. Vance podría ser un candidato fuerte en las siguientes elecciones, los demócratas pueden optar por lanzar a Michelle Obama para asegurar el triunfo; una mujer amada por la mayor parte de los americanos, una que no necesita campaña.