Cada 13 de enero se conmemora el día internacional de la Lucha Contra la Depresión, un tema de salud de alta prioridad que afecta a toda la sociedad, y los reclusos no son la excepción.
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Una persona privada de la libertad puede padecer los siguientes síntomas:
Ansiedad y depresión, incertidumbre, aislamiento social, y estrés postraumático.
Esto último se vive porque al estar recluidos pudieran experimentar amenazas constantes, o algún abuso físico.
Además, el encarcelamiento, sin contacto humano, y sin conexión con el exterior ocasiona sentimientos de soledad y depresión.
Otro punto es que viven en un ambiente de miedo y estrés constante a causa de la violencia en la prisión, lo que ocasionaría afectación a la salud mental del interno.
Dichos síntomas –que en ocasiones alcanzan a familiares cercanos- pueden prevalecer después de obtener la libertad, por eso es importante la atención de la salud mental de las personas privadas de libertad en cada momento para una buena reinserción social.
El Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas publicó un Manual Operación Programa de Atención en Salud Mental, en su índice incluye lo siguiente: marco jurídico, aspectos técnicos, y otros puntos importantes para llevar a cabo y mantener la salud mental de los reclusos.
Las minorías también son importantes ante la ley y la sociedad es un derecho internacional para todo ser humano.