mié. Mar 26th, 2025
Marzo, mes de Benito Juárez
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Si una celebración histórico-política realizamos con gran realce cívico los mexicanos, es la que dedicamos para recordar al Benemérito de América, Don Benito Juárez García, insigne presidente de la república que venció a los conservadores y a los reaccionarios que trajeron fuerzas extranjeras al país y al austriaco Maximiliano de Habsburgo, para coronarlo emperador. Bien se dice que esa fue la segunda independencia nacional.

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La vida y obra de Juárez realmente es singular. Desde su origen (zapoteco) y su tardío aprendizaje del idioma español -a los 13 años- conjuntado a una pobreza extrema, hasta lograr ser abogado, gobernador de su Estado natal y primer magistrado de nuestra patria, lo agigantan.

Él logró la separación del Estado y la iglesia, modernizando nuestras instituciones. Su frase de “Entre los
individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, es proverbial y elogiada mundialmente.


Para los jaliscienses la presencia y recuerdo del prohombre, es extraordinaria. Por ello presenciamos estupefactos, una conducta incompresible, tanto de nuestros políticos como de muchísimos funcionarios de todos los órdenes gubernamentales en la Entidad, con motivo de haberse rememorado el 219
aniversario del natalicio de tan esclarecido compatriota.

No supimos de eventos locales, aunque fueran sencillos, en homenaje al gran Juárez: consultamos
periódicos y el internet, no encontrando nada al respecto. Lo máximo fue unas ceremonias de hace seis y más años, encabezadas por el alcalde de Tonalá. Eso es una incoherente, triste e ingrata actitud de los políticos y funcionarios de estos lares, salvo honrosísimas excepciones.

En cambio, fue notable y de evidente significación como celebró el aniversario, la presidenta de México: se trasladó a la cuna del Benemérito, en Guelatao, Oaxaca, y allí, ante su gabinete y el ejecutivo estatal, precisó: «Hoy más que nunca, Juárez está en el corazón de las mexicanas y mexicanos cuando
decimos que somos un país libre, independiente y soberano».


La relación de los tapatíos con Juárez es amplia; una frase del prócer nos enaltece al máximo: “Jalisco es tierra consagrada por el valor y la libertad”, escribió el 17 de marzo de 1858, estando en nuestra Perla Tapatía.

Al respecto, recordemos que tres meses antes había estallado el Plan de Tacubaya en la capital federal, y en esos azarosos días el caudillo -Ignacio Comonfort, titular del poder ejecutivo y el Lic. Benito Juárez, como presidente de la Corte, quienes habían asumido sus respectivos cargos el uno de diciembre – flaqueó; encarceló al señor Juárez y se sumó a los infidentes.

Esa confusa situación, llevó a que el gobernante vacilante se arrepintiese, liberó al señor Juárez -quien el día 12 salió rumbo al Bajío- y tras renunciar a su mandato constitucional el 21 de enero, partió fuera del territorio, con lo cual emergió la sobria personalidad del entonces en los hechos vicepresidente de la república (por presidir la Suprema Corte de Justicia, era el sustituto nato presidencial) conforme la Constitución liberal de 1857.

De esa manera asumió la primera magistratura de la nación a partir de esa fecha, hallándose en Guanajuato, pues los conservadores estaban apoderados de la capital. Así se inició la Guerra de Reforma, gesta en la cual Jalisco respaldó al constitucionalismo, es decir secundó a D. Benito Juárez.

El flamante jerarca decidió establecer su gobierno en Guadalajara, saliendo por la noche del 12 de febrero y pasando por Lagos de Moreno el 13. Arribó a San Pedro Tlaquepaque el 14, donde fue acogido jubilosamente; enseguida se trasladó a la Sultana de Occidente y allí el arandense, gobernador de Jalisco, Lic. Jesús Camarena, lo recibió y le entregó el Palacio de Gobierno para que estableciera el señor Juárez su administración; también ordenó que el Instituto de Ciencias (actual biblioteca Iberoamericana) se arreglase para aposentar al Congreso de la Unión.

Guadalajara se transformaba en capital de la república y sede de los poderes federales. Muchos jóvenes jaliscienses se aprestaron para formar guardias que custodiaran al presidente; destacan entre ellos Pedro Ogazón, Isaac Banda y Urbano Gómez.

Lastimosamente, al saberse la derrota del ejército constitucionalista en Salamanca (consumada el 10 de marzo) la mañana del sábado 13 de marzo, la traición apareció, y el teniente Antonio Landa la encabezó: la guardia entrante de Palacio traicionó al gobierno legítimo y se posesionó del edificio.

Poco después estallaron las armas alrededor del gallardo inmueble y el fuego se prolongó hasta
la alborada del domingo 14, con furiosos forcejeos entre pronunciados y la Guardia Nacional, cuerpo custodio del presidente y ministros; los nacionales buscaban denodadamente libertar a tan prominentes funcionarios y abatir a los rebeldes que alevemente se habían apoderado de ellos.

El historiador tlaquepaquense, Manuel Cambre y el Lic. Norberto Castro, que estaba presente, relatan ese álgido momento: los seguidores de Landa, creyéndose perdidos y rodeados de los criminales que habían soltado, agitados por el capitán Andrés Peraza, dispusieron fusilar a los rehenes; cierto oficial (Filomeno Bravo, que años después gobernó Colima) al mando de una veintena de soldados, entró al salón
donde estaban el presidente y miembros de su gabinete, y exclamó <Firmes:
armas al hombro, presenten, preparen, apunten…> .

En ese momento, Juárez de pie, bajo el dintel de una puerta, sin manifestar temor delante de la tropa que
preparaba sus fusiles y le apuntaban (vio como) Guillermo Prieto, que en lo más serio del peligro se había colocado a su lado…, hablaba al oficial y a los soldados con elocuencia avasalladora, intimándoles la enormidad del atentado que iban a cometer, y que no podían consumar unos valientes como ellos.

Las palabras exactas fueron: “¿Qué vais a hacer con nosotros? Los soldados del ejército son valientes; pero no asesinos… Somos vuestros prisioneros… somos vuestros hermanos…; respetad nuestras vidas… la humanidad lo reclama… Levantad esas armas… levantad esas armas…”.

Prieto al hablar, cubría al presidente con su cuerpo. Bien escribió el cronista Cambre sobre Juárez y su proceder en aquellos hechos: confirmó ante la Historia y ante la República que era digno de llevar el
estandarte redentor de la Reforma.

Negociada la liberación de los ilustres republicanos, que implicó el retiro de Landa y sus efectivos, el mismo Juárez publicó el 16 de marzo, lo relativo a lo sucedido entre el 13 y 15 de marzo:

“Este incidente que ha dado a conocer el entusiasmo y denodado espíritu del pueblo de Guadalajara, ha avivado nuestra fe, viendo la espontaneidad con que ha ocurrido la parte de la población más distinguida por sus luces y patriotismo a sostener la causa de la Libertad y del orden en la Ley. Es por lo mismo nuestro primer sentimiento y será también nuestro primer desahogo, dar cordiales gracias a tan benemérita población”.

Temprano el sábado 20 de marzo salió el estoico defensor de la legitimidad con rumbo de Santa Anna Acatlán, en cuyo honor ahora se denomina “de Juárez”; allí recibió otra embestida del reaccionario Landa, pero la oportuna participación del cura Francisco M. Vargas (originario de Ahualulco de Mercado) lo sacó avante.

Este jalisciense, junto a muchos paisanos (Miguel Cruz Ahedo, Antonio Molina, Silverio Núñez, Miguel Contreras Medellín, Benito Gómez Farias, etc.) que lucharon bravíamente en Guadalajara para salvaguardar al presidente Juárez, son gloria y renombre del Estado y la nación. Así lo afirmó el gran literato -Agustín Yáñez-quien gobernó Jalisco: “La grandeza de Juárez culmina en Guadalajara,
cuando como una roca de granito se yergue indomable ante los fusiles de la traición”.

El 21, día de cumpleaños del presidente, estuvo en la hacienda de Estipac (hoy de Villa Corona) y por la tardenoche en Atemajac de las Tablas (hoy de Brizuela) donde pernoctó y al día siguiente temprano salió rumbo a Sayula, donde arribó por la tarde y fue muy bien recibido.

Al día siguiente 23, pasó a Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán, donde el pueblo lo recibió alegre. Salió el 24 para atravesar las barrancas de Atenquique, durmiendo en el mesón de la de Beltrán.

Finalmente, el 25 estuvo en Tonila y el mismo día pasó a Colima, donde lo recibió el gobernador Ricardo Palacio, quien era tapatío. Así culminó la etapa de Juárez en Jalisco, bastión de la Reforma y el patriotismo.

El héroe de bronce, que simboliza al pueblo mexicano, prosiguió indomable su lucha por la nación, y venció a los traidores, así como a los invasores que trajeron. Debido a tan singulares cualidades el 2 de mayo de 1865, el Congreso de Colombia, en nombre del pueblo que representa, en vista de la abnegación y de la incontrastable perseverancia que el Sr. Benito Juárez, en calidad de Presidente
Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, despliega en la defensa de la independencia y libertad de su Patria, “declara que dicho ciudadano ha merecido bien de la América…”.

Cuando se le comunicó tan fausta noticia, afloró la modestia del impresionante repúblico mexicano al manifestar al mandatario colombiano: “Esta honra que el Congreso se ha dignado hacerme la recibo con
tanta mayor gratitud, cuanto más creo no merecerla.” (Carta de B. Juárez al presidente de Colombia Manuel Murillo, 9-IX-1865). Se sumó a ese homenaje, el pueblo dominicano cuando el 11 de mayo de 1867, veintiún años antes de que sostuviera relaciones diplomáticas con México, pero admirando la trayectoria patriótica del estadista mexicano, el Congreso de la República Dominicana proclamó a Benito Juárez “Benemérito de la América”.

De allí que cuando se menciona ese galardón, suele decirse en plural: Benemérito de Las Américas.
Un año después de ese lauro, el Congreso de Jalisco, con fecha 14 de mayo de 1868 decretó: “Se declara benemérito del Estado en grado heroico, al C. Benito Juárez”. El gobernador Antonio Gómez Cuervo, sancionó ese mandato dos días después. Tras del fallecimiento (18 de julio de 1872) del Benemérito, en 24 de julio de 1872, el ejecutivo local Lic. Ignacio L. Vallarta, de acuerdo con el C. Gral. Ramón Corona, jefe de la 4a. División Militar, dispusieron que los días 25, 26, 27 y 28 del mes, se hiciesen las pompas fúnebres del C. Benito Juárez, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Benemérito en grado heroico del Estado de Jalisco.

En mayo de 1874 se inauguró el recinto del Congreso en Palacio, y con tal motivo se acordó que los nombres de los Beneméritos del Estado, entre ellos Benito Juárez, fuesen inscritos con letras de oro en el nuevo salón de sesiones, que hoy es un sitio museográfico; el nombre de todos modos luce en la nueva sede legislativa. Esa inscripción áurea, ya se había ordenado figurara en el salón de sesiones del Congreso de la Unión en la ciudad de México el año anterior.

Las autoridades y el pueblo jalisciense siempre han mostrado su admiración a Juárez. El 7 de octubre de 1905 se determinó que era día de fiesta en el Estado el 21 de marzo de 1906, primer centenario del natalicio del Benemérito.

Tres meses después se aprobó aportar $5,000.00 pesos para erigir el monumento del grandioso oaxaqueño en la ciudad de México. En marzo de 1911 el pueblo de Valle de Mazamitla, perteneciente al antiguo 9o. Cantón del Estado, aprobó que en lo sucesivo se llamaría Valle de Juárez, en memoria del eminente patricio Benito Juárez. Un siglo después se le rindió similar homenaje pues el 30 de diciembre de 2005, se declaró que el 2006 sería denominado “Año del Bicentenario del Natalicio de Benito Juárez”.

Por todo lo anterior extrañamos como transcurrió relegada la efeméride del 14 de marzo en Palacio de Gobierno estatal y los ayuntamientos -no todos- y oficinas públicas, a la par del natalicio 219 de nuestro admirable Benemérito de Jalisco, de México y de las Américas.

Los responsables de tan lamentable omisión en su conciencia cargarán tal desatino, porque los jaliscienses profesamos el apego a la libertad, al progreso, la unión y la democracia, en congruencia con
nuestra presidenta, quien señaló tajante durante esta conmemoración: Juárez convocó a su pueblo a no permitir que un extranjero gobernara México y, finalmente, hizo triunfar la segunda independencia…; él encarnó la dignidad de la República y la dignidad del pueblo de México.

*Autor: Pedro Vargas Avalos


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