Antes de convertirse en una figura emblemática de la política uruguaya y alcanzar la presidencia del país (2010-2015), José “Pepe” Mujica vivió una intensa etapa como militante guerrillero. Durante las décadas de 1960 y 1970, Mujica fue miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una organización guerrillera de izquierda inspirada en ideales marxistas y revolucionarios, surgida como respuesta a la creciente desigualdad social y a la represión estatal en Uruguay.
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El MLN-T buscaba transformar la estructura económica y social del país mediante la lucha armada, recurriendo a asaltos a bancos, distribución de alimentos en barrios populares, y otras acciones destinadas a debilitar al sistema que consideraban injusto. Mujica participó activamente en estas operaciones, lo que lo llevó a ser perseguido por las fuerzas de seguridad.

A lo largo de su militancia, Mujica fue capturado en varias ocasiones. En total, pasó cerca de 14 años en prisión, incluyendo largos periodos en condiciones extremadamente duras y de aislamiento.

Fue considerado uno de los “rehenes” de la dictadura militar (1973-1985), un grupo de nueve tupamaros detenidos que fueron utilizados por el régimen como prenda de seguridad ante posibles acciones del MLN-T.
La experiencia carcelaria marcó profundamente a Mujica, tanto en lo personal como en lo político. Con la restauración de la democracia en 1985, fue liberado bajo una amnistía general y se reintegró a la vida política, dejando atrás la vía armada y optando por la lucha institucional dentro del sistema democrático.

Esta etapa como guerrillero, lejos de ser un simple capítulo del pasado, fue fundamental en la formación del pensamiento de Mujica, quien más tarde se destacó por su discurso austero, su rechazo al poder ostentoso y su compromiso con la justicia social.