mar. Jun 24th, 2025
El prodigio Debussy con la Filarmónica de Jalisco
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1905 se yergue como un año axial para la música moderna. En la parte final de ese año ven la luz las que muchos consideran (me incluyo como modesto melómano) las dos obras maestras de la generación posterior a Wagner: en diciembre se estrena en Dresde, Alemania, la ópera Salomé, de Richard Strauss, que comentamos hace un par de meses a propósito de la presentación del Metropolitan de Nueva York, que trajo a Guadalajara en vivo y en directo el conjunto Santander de la Universidad de Guadalajara; en octubre, en París, se había hecho lo mismo con La mer (El mar, tres bocetos sinfónicos para orquesta), de Claude Debussy, una impresionante composición cuyos valores debieron esperar para ser reconocidos plenamente, las siguientes décadas.

El prodigio Debussy con la Filarmónica de Jalisco

No es para menos: el lenguaje, la coloración, el ritmo y las cadencias de las tres piezas sinfónicas eran una novedad para un mundo todavía dominado por las poderosas tonalidades del posromanticismo. La música había devenido de la ambición de la “obra de arte total” de Richard Wagner, cuya influencia sobre el mismo Debussy fue tan magnética, que el francés se vio obligado a dar un giro total en el lenguaje y la imaginación musical en busca de nuevos caminos para no asfixiar su talento como un mero sucesor. No es solamente trocar la ambición filosófica totalizadora de la música alemana, sino cambiar los ejes de la inspiración musical. Para La mer, Debussy lo encuentra explícitamente en un gran precursor de la pintura impresionista, el británico William Turner (1775-1851), a quien alabó como el “mejor creador de misterio en el arte”, y el japonés Katsushika Hokusai (1760-1849), cuyo grabado La gran ola de Kanagawa incluso fue elegido por el compositor para adornar la portada de la partitura.

El prodigio Debussy con la Filarmónica de Jalisco

Ya no hay una ambición estética absoluta por un demiurgo músico omnisciente ante toda la realidad. Las intenciones son más específicas, aunque en modo alguno menos desmesuradas, pues el artista permanece como el sumo sacerdote de un oficio sagrado, cómo ha sido la pretensión de la religión esteticista en toda la edad Moderna. Pero ahora se trata de ejercer como intérprete de oráculos y describir teogonías inabarcables: el mar inmenso y desconocido, el mayor reino natural del planeta; el mar como fuente del alumbramiento primigenio de la vida e inagotable dador de diversidades en evolución; el mar como escenario de épicas, hogar de seres de terror, manifestación de la grandeza impertérrita de los elementos primordiales que se baten sobre las murallas de roca y desbordan todo lo terrestre y todo lo humano. Espacio de eternidad no fija, sino tumultuosa y caótica, donde la palabra agotó sus posibilidades y brota ineludible el milagro ambiguo de la música…

El prodigio Debussy con la Filarmónica de Jalisco

“Un mundo de pura fantasía, de extrañas visiones y voces inquietantes, un espejismo visual y, a la vez, sonoro. En el vasto escenario del mar se presenta una fantasmagoría casi en trance, tan evanescente y fugaz que solo deja tras de sí la vaguedad de un sueño”, dice el violinista y musicólogo estadounidense Timothy Judd.

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La mer ha sido ejecutado una vez más, el pasado fin de semana, en el teatro Degollado, por la Orquesta Filarmónica de Jalisco, bajo la batuta de su director José Luis Castillo. Se agradece integrarla a un repertorio más o menos frecuente (es una obra difícil; atreverse a interpretarla es el mejor síntoma de la madurez del conjunto orquestal) donde sirve de soporte y de contraste a autores que ni siquiera había sido estrenados en Guadalajara. La primera parte del concierto incluyó dos de los tres nocturnos del mismo Debussy, también piezas mayores de sus trabajos orquestales y también enormemente complejos de interpretar por una orquesta cercana a 60 músicos.

El prodigio Debussy con la Filarmónica de Jalisco

La segunda parte el concierto fue el estreno de la obra de un músico japonés que se reconocía como admirador del Debussy: el japonés Toru Takemitsu y su De mí fluye lo que llamas tiempo, una sorprendente pieza que reúne influencias de la vanguardia, del impresionismo debussiano y algunos guiños al neoclasisismo del siglo XX. El cuadro musical está estructurado en la intervención protagónica de las percusiones, que corrieron a cargo del ensamble Tambuco, muy festejado por el público que copó el Degollado en las dos funciones (jueves 19 y domingo 22 de junio). Otro acierto en el modo en que Castillo ha decidido manejar a la orquesta no solo como espacio de confirmación del repertorio clásico, sino para estrenos nacionales o mundiales que buscan poner al día al público tapatío.


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