vie. Sep 12th, 2025
¿Por qué la migración mexicana a Estados Unidos ya no es la misma?
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Recuerdo cuando era joven, las historias de amigos, familiares y conocidos que la migración a Estados Unidos era la opción en búsqueda de una vida mejor. En el CBTIS 49 de Ocotlán, Jalisco, donde estudié la preparatoria, la migración era vista por muchos como una ruta casi inevitable para prosperar. Sin embargo, al mirar a mi alrededor hoy, esa narrativa ha cambiado. Los amigos con los que compartí esos años ya no emigraron. Se quedaron en México, construyendo sus vidas y carreras aquí. Mi experiencia no es una casualidad, sino un reflejo de un cambio profundo en la dinámica migratoria entre México y Estados Unidos.

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Hoy, soy doctor en Derecho y muchos de mis amigos del CBTIS también alcanzaron el éxito profesional. Uno de ellos, ingeniero químico, fundó su propia cervecería. Otro, ingeniero en electrónica, trabaja en una empresa transnacional. Un tercero es contador y trabaja en una dependencia de gobierno, y otro más es ingeniero industrial y ejerce su profesión de forma independiente.

Mi esposa es mercadóloga y muchos otros, incluso quienes no terminaron una carrera universitaria, han logrado emprender, como los que fundaron su propia empresa de instalaciones de aluminio. Son tantas historias de quienes nos quedamos para construir un mejor país.

Esta transformación es evidente también en mi familia. Mi cuñado, que es biólogo marino, crió a sus hijos en un país donde las oportunidades ya no eran exclusivas de los que se atrevían a cruzar la frontera.

Ahora, tengo sobrinos que son médicos, y una sobrina que estudia una ingeniería y, a su corta edad, ya habla dos idiomas, es una excelente estudiante y da clases de inglés, también sus padres son profesionistas destacados.

Ellos, al igual que mis amigos y yo, no migraron a Estados Unidos porque la situación en el país cambió diametralmente en los últimos 27 años. Aún más, yo mismo tengo una hija y ella también está en búsqueda del sueño mexicano; quiere ser juez y, a su corta edad, no tiene pensado migrar a los Estados Unidos. Ama a su país, se esfuerza en cada bailable que organizan en la primaria y siempre busca ser la mejor al bailar el Jarabe Tapatío o algún Son Jarocho. Sus historias demuestran que, a diferencia del pasado, hoy en México, querer es poder.

No fue un camino fácil llegar a ser doctor. Me crie con mi abuela, una comerciante que tenía su tienda de abarrotes. En lugar de alentarme a irme a Estados Unidos, ella me apoyó para seguir estudiando. Así, en vez de cruzar la frontera para trabajar, me fui a la Ciudad de México a estudiar la carrera de Derecho.

Para pagar mi universidad, y en lugar de tomar el camino fácil que hoy algunos jóvenes eligen al involucrarse en la delincuencia organizada, trabajé llevando y trayendo bolsas de plástico con un diablito en una tienda de bolsas en La Merced. Me esforcé porque creía en mi sueño. Y es que el “sueño mexicano” sí existe, la cosa es buscarle. Este esfuerzo para salir adelante, que mis amigos y yo aprendimos, es todo lo contrario a lo que se ha promovido con los “ninis” que no estudian ni trabajan.

La cultura del esfuerzo, y no del privilegio, es lo que a todos nosotros nos hizo salir adelante. Es un pésimo mensaje, porque si se puede trabajar de diablero en la Merced y llegar a ser doctor, todo se puede.

De la necesidad a la oportunidad

Una de las razones más significativas es el cambio en la situación económica de México. Si bien el país aún enfrenta grandes retos, la economía ha crecido y se ha diversificado. Ha surgido una clase media más amplia y se han creado más oportunidades de empleo que en el pasado.

Esto no significa que la vida sea fácil o que la riqueza se distribuya equitativamente, pero el incentivo para abandonar el país en busca de un trabajo mejor ya no es tan apremiante para una parte de la población. Para muchos, las oportunidades, aunque limitadas, son lo suficientemente atractivas como para considerar quedarse en casa en lugar de arriesgarlo todo en el extranjero.

En los últimos 26 años, el crecimiento promedio del Producto Interno Bruto (PIB) de México ha sido modesto, alrededor del 2.04% anual, una cifra que muchos economistas consideran insuficiente para erradicar la pobreza (Banco de México, 2024).

Sin embargo, este crecimiento ha sido constante, con algunas excepciones notables como la crisis económica global de 2008 y la pandemia de COVID-19. La relativa estabilidad económica ha permitido que el empleo se mantenga, y aunque los salarios no han crecido de manera espectacular para todos los sectores, ha habido avances significativos en la recuperación del poder adquisitivo del salario mínimo, un factor importante para los trabajadores de bajos ingresos.

A lo largo de este periodo, ha habido una mejora en ciertos indicadores de pobreza y desigualdad. Por ejemplo, según CONEVAL, la pobreza ha disminuido, aunque de manera lenta y con desafíos persistentes en el acceso a la seguridad social (CONEVAL, 2022).

La creación de programas sociales y el aumento del empleo formal en algunas áreas han contribuido a esta tendencia, ofreciendo una red de seguridad que no existía en el pasado. Esto puede hacer que la opción de quedarse sea más atractiva, reduciendo la urgencia de migrar por necesidad económica extrema.

Además, el crecimiento económico ha sido dispar entre las distintas regiones de México. El desarrollo se ha concentrado en ciertas áreas como el Bajío o el norte del país, donde la inversión en manufactura y el dinamismo industrial han generado más y mejores empleos.

Este crecimiento localizado ha creado polos de atracción que antes no existían, lo que ha llevado a una migración interna hacia estas ciudades, en lugar de una migración transfronteriza. La gente ya no solo mira hacia Estados Unidos para un futuro mejor, sino que ahora también considera las oportunidades dentro de sus propias fronteras.

Fronteras infranqueables y la era del control

El endurecimiento de las políticas migratorias y la seguridad fronteriza han jugado un papel crucial. A raíz de los ataques del 11 de septiembre, Estados Unidos reforzó drásticamente su frontera con México. La construcción de muros, el despliegue de tecnología de vigilancia avanzada y el aumento en el número de agentes han hecho que el cruce ilegal sea más difícil y peligroso que nunca. Lo que antes era un camino arriesgado, pero posible, se ha convertido en una odisea llena de obstáculos y peligros.

Este control fronterizo no solo ha impactado en la tasa de éxito de los cruces, sino también en el costo humano y monetario de la migración. Los migrantes se ven obligados a tomar rutas más peligrosas a través del desierto, expuestos a las inclemencias del tiempo, la deshidratación y la violencia. El costo de los “coyotes” ha aumentado exponencialmente, ya que asumen un riesgo mucho mayor. Este incremento en los costos y peligros disuade a muchos, especialmente a aquellos con familias o que no tienen los recursos para pagar estos servicios de tráfico.

El aumento de la seguridad ha transformado el perfil del migrante. En lugar de ser un flujo constante de personas de diversas regiones, ahora son principalmente aquellos con la mayor necesidad o los más desesperados los que intentan el cruce.

La “migración de vaivén” de décadas pasadas, donde los trabajadores viajaban estacionalmente, ha sido reemplazada por una migración de establecimiento. Aquellos que logran cruzar la frontera tienen miedo de regresar por la dificultad y el costo de volver a entrar, lo que altera la dinámica migratoria.

A pesar de los esfuerzos por aumentar la seguridad fronteriza, los datos económicos muestran que el problema de la informalidad laboral en México sigue siendo alto. Esto subraya que, aunque la economía ha crecido, las oportunidades de empleo digno no han alcanzado a todos. Este es un factor que podría mantener el deseo de migrar para una parte de la población, a pesar de los riesgos, ya que las condiciones en casa siguen siendo precarias. El endurecimiento de la frontera no elimina la causa raíz de la migración, sino que la hace más peligrosa y selectiva.

El crimen organizado y sus tentáculos

Aquí es donde mi hipótesis cobra una relevancia particular. Los grupos del crimen organizado, los cárteles de la droga, han extendido su control sobre el territorio y las rutas de tráfico de personas. Estos grupos no solo secuestran y extorsionan a los migrantes, sino que también representan una “alternativa” de vida peligrosa, pero económicamente viable para algunos jóvenes.

La paradoja es cruda: para muchos jóvenes mexicanos que se enfrentan a la falta de oportunidades, la opción de unirse a una organización criminal y obtener ingresos rápidos y sustanciales puede parecer más atractiva que arriesgar su vida cruzando una frontera cada vez más controlada.

Aunque la vida como miembro de un cártel es extremadamente riesgosa, la percepción para algunos es que es un riesgo “controlable” o al menos más directo que la incertidumbre y los peligros del viaje migratorio ilegal, donde los propios grupos criminales son los que controlan el camino.

El alto nivel de actividad informal en México, que abarca a más de la mitad de la fuerza laboral, contribuye a esta problemática. Estos trabajos no ofrecen seguridad social ni salarios suficientes, lo que deja a muchos jóvenes vulnerables a la tentación de unirse a grupos criminales. En un ambiente donde el empleo formal y bien remunerado es escaso, unirse a un cártel puede parecer una salida desesperada para escapar de la pobreza y el estancamiento económico.

Además, la evolución de los salarios mínimos en México, aunque positiva, no ha sido suficiente para cerrar la brecha con los salarios que se ofrecen ilegalmente. Los incrementos recientes en los salarios mínimos son un paso importante, pero no pueden competir con las ganancias exorbitantes y rápidas que se prometen a aquellos que se involucran en actividades criminales. Este desequilibrio económico actúa como un factor de empuje para algunos, quienes evalúan el riesgo y la recompensa de manera diferente a como lo harían en una economía más robusta.

Finalmente, la desigualdad de ingresos en México sigue siendo un problema persistente, a pesar de los esfuerzos por reducirla. La concentración de la riqueza en unos pocos hogares y la disparidad entre las regiones urbanas y rurales crea un caldo de cultivo para la desesperación y el resentimiento. En las comunidades donde las oportunidades son escasas y la desigualdad es rampante, el crimen organizado puede presentarse como la única alternativa viable para el ascenso social o la supervivencia económica, debilitando aún más el incentivo para buscar el “sueño americano”.

Menos jóvenes, menos migrantes

Un factor menos visible, pero igualmente importante, es el cambio demográfico en México. La tasa de natalidad ha disminuido considerablemente. Una menor cantidad de nacimientos en las últimas décadas se traduce en menos jóvenes entrando a la fuerza laboral hoy en día. Esto, a su vez, reduce la presión sobre el mercado laboral y, por lo tanto, la necesidad de emigrar (INEGI, 2020).

Históricamente, el gran bono demográfico de México, con una población joven y en crecimiento, fue un motor clave de la migración. A medida que más y más jóvenes se incorporaban al mercado laboral, el país no generaba suficientes empleos de calidad para todos, lo que creaba una “presión” natural para buscar oportunidades en el extranjero. Esta vasta oferta de mano de obra joven fue un factor de expulsión durante décadas, impulsando a millones a cruzar la frontera en busca de mejores condiciones.

Sin embargo, en los últimos 26 años, la estructura poblacional de México ha madurado significativamente. La tasa de natalidad ha descendido a niveles que ya no producen un excedente masivo de jóvenes. Como resultado, la presión demográfica sobre el mercado laboral ha disminuido, y el país se encamina hacia un envejecimiento de la población. Este cambio fundamental en la pirámide de edad reduce el número de potenciales migrantes y transforma la dinámica social.

Este fenómeno demográfico no solo impacta la migración, sino también la economía del futuro. A medida que la población en edad de trabajar se estabiliza, la economía podría enfrentar desafíos en términos de mano de obra y sostenibilidad del sistema de pensiones. La migración, que antes era una “válvula de escape” para el excedente de jóvenes, ahora podría convertirse en un desafío para el mercado laboral de México, ya que el país necesitará retener su talento para seguir creciendo. Este cambio demográfico es una de las razones fundamentales detrás de la disminución de la migración a largo plazo.

Conclusión

La disminución de la migración mexicana a Estados Unidos es un fenómeno complejo, resultado de la interacción de factores económicos, de seguridad y demográficos. Mi experiencia personal, el hecho de que mis amigos no emigraron, no fue una coincidencia, sino un síntoma de un cambio histórico. La decisión de migrar ya no se basa en el mismo cálculo de riesgo y recompensa que solía ser.

En un mundo de fronteras más vigiladas, una economía en crecimiento y el control del crimen organizado sobre las rutas migratorias, el “sueño americano” ha perdido su atractivo para muchos.

Y es precisamente en este nuevo panorama donde el sueño mexicano emerge con más fuerza que nunca. Mi historia, la de mis amigos y la de mi familia, demuestra que la prosperidad en México no es una utopía, sino una realidad palpable. Es un camino que se construye día a día, con esfuerzo y dedicación. En mi círculo cercano, mis amigos son doctores, abogados, economistas, escritores, periodistas, politólogos, maestros en derecho y uno de ellos actualmente cursa un doctorado, mientras yo mismo estudio un posdoctorado. Este camino de estudios y crecimiento profesional refleja un cambio generacional fundamental.

El verdadero mensaje para las nuevas generaciones no es que hay que buscar un camino fácil o ilegal para obtener dinero rápido. La verdadera oportunidad está en el estudio, en la preparación y en la perseverancia. En un país con retos, pero también con una enorme capacidad de crecimiento, la clave es buscarle, pero siempre a través de caminos lícitos. El éxito se encuentra en la superación personal, no en la delincuencia. En este sentido, la cultura del esfuerzo, y no del privilegio, es lo que está marcando la diferencia. Así se construye un país, y así, con el esfuerzo de cada uno, se hace realidad el sueño mexicano.


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Por Fernando Arango

Destacado jurista y académico con una sólida formación que incluye una Maestría en Derecho Fiscal, un Doctorado en Ciencias de lo Fiscal y estudios de Posdoctorado en Derecho. Se especializa en la intersección entre el derecho, la economía y la geopolítica.

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