La serie “Las Muertas”, el reciente drama histórico de Netflix, se presenta como un referente en la adaptación de la nota roja mexicana. Sin embargo, su ambición palidece al enfrentarse al horror real que inspiró la trama: el infame caso de “Las Poquianchis”.

Visualmente, la producción es innegablemente notable. Goza de una fotografía maravillosa y una factura técnica de alto nivel, sello característico de las grandes apuestas de la plataforma. El problema de fondo reside en la sustancia y el enfoque narrativo.

La serie opta por una adaptación libre de la novela de Jorge Ibargüengoitia, lo que desdibuja su conexión con la brutalidad histórica. En lugar de una reconstrucción rigurosa, se decanta por el drama, la venganza y la tensión narrativa. Este énfasis en el artificio dramático diluye la crudeza del caso, dejando una sensación de superficialidad.
Las interpretaciones, calificadas como medianas, no logran transmitir la maldad visceral ni el terror que emanaban las figuras reales. Da la impresión de que las actrices “no han interiorizado la gravedad de los hechos”, un fallo crucial para una historia de esta magnitud.

Flaquezas narrativas y de ritmo
El ritmo de la serie es inconsistente. El primer episodio choca con la inclusión de escenas de sexo explícito que resultan gratuitas y no aportan a la construcción de la trama o de los personajes. Más adelante, varios capítulos se perciben como superfluos, con la acción y el clímax concentrándose abruptamente solo en la recta final.

Aunque hay dos o tres imágenes impactantes que intentan evocar la crueldad, la serie falla en sumergir al espectador en la atmósfera de la época. A esta carencia contribuye la ausencia de una banda sonora distintiva que transporte a esa oscura década.
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El contraste con el cine
El contraste se hace evidente al compararla con la versión cinematográfica de Felipe Cazals (1976). La película, rodada con una estética cruda y sin concesiones, logra que el espectador “pueda oler la sordidez, la humedad y la miseria” del burdel. Cazals utiliza una banda sonora anclada en la época —con artistas como Los Freddys, Los Ángeles Negros o Los Yonics— para crear una inmersión sensorial.

En el film, las protagonistas transmiten poder y terror con solo una mirada, y momentos tan perturbadores como abortos o el espeluznante asesinato con una plancha para ropa logran erizar la piel. Es este nivel de sordidez y verosimilitud lo que se extraña en la pulcra producción de Netflix.

La estrategia publicitaria
Pese a sus inconsistencias artísticas, “Las Muertas” se convierte en un referente del true crime adaptado al formato streaming. Sin embargo, la conclusión también toca la estrategia de promoción: una vez más, la plataforma implementa una agresiva campaña de publicidad, recurriendo a la compra de influencers y youtubers para maximizar su alcance, lo que puede elevar su popularidad, pero no su calidad intrínseca.

“Las Muertas” es una producción de alto valor técnico que se queda a medio camino. Quienes busquen la fidelidad histórica y la brutalidad psicológica del caso de Las Poquianchis, es mejor que recurran a la seminal película de Felipe Cazals.
