Era un sábado por la tarde, faltaba poco para que se escondiera el sol. Mi madre me había mandado por pan, me dijo muy claro: no olvides elegir las conchitas blancas que le gustan a mí mamá, que en un rato iremos a visitarla.
Platicarles que iba a presumir mi madre que el quinto año de primaria lo había aprobado con un perfecto 10, sería muy egocéntrico, pero ese fue el motivo real de la visita.

Al llegar el abrazo cálido de mi abuelita, que le decíamos mamá Margarita, recuerdo que siempre ofrecía a las visitas un taco de frijoles fritos, dicho sea de paso, eran inigualables, los mejores tacos que he probado en mi vida. Otra cosa que la caracterizaba eran sus jarros con café legal o de la marca Marino.
La recuerdo cuando sacaba hojas de maíz perfectamente recortadas, ponerles tabaco, encender su cigarro y darle un sorbo al café. Esa tarde en específico, se me ocurrió pedir café, ¡un café preparado por mi mamá Margarita!
Mi madre reaccionó: pero como crees, si tan solo eres un niño. Mi abuelita le tomó el brazo, y le dijo: déjalo que tome, que se quite su bigote de chocolate con leche. Así era antes, el chocomilk, era un polvo de chocolate con leche en baso, y se batía con una cuchara.

Fue entonces que probé por primera vez el café, esa bebida amarga, caliente y no entendia porque les gustaba eso, ah pero acompañada de una conchita blanca, fue mi primer paso a las drogas duras, al café con pan.
Fue entonces que mi abuelita, en tono serio, me vio directamente para decirme:
”nunca olvides que el café no lleva azúcar, porque no es postre. No lleva crema porque no son enchiladas. No lleva leche porque no es ceral.”

Mi abuelita falleció a los 99 años, tomando tres jarros grandes de café al día, y si tenía sed se preparada otro café o iba a la tienda de abarrotes “el güero” por una “peisi ” como decía ella. Una década antes de submuerte había dejado el cigarro. No tengo muchos recuerdos con ella, pero el hábito de tomar café por las mañanas, por las noches acompañado de pan dulce prevalece desde esa tarde.
Hoy quien vista mi casa, saben que tengo la bendición de poder ofrecer un café y pan. Gracias a ese hábito he conocido un sin número maravillosas personas, y coleccionado momentos inolvidables. ¿Usted cómo toma su café?

