La función que han jugado las categorías económicas no solo son ideologías encubridoras del sistema social, sino que además expresan en sus diversas formas su esencia y su verdad (Adorno, 2004: 240).
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Karl Marx, mostró cómo funcionaba la categoría económica de la esclavitud para encubrir un sistema social opresor. Esta categoría, primero debía tomarse como cualquier otra porque supone tener un lado bueno y otro lado malo. Marx de manera irónica planteó que “Dejemos el lado malo de la esclavitud y hablemos de su lado bueno … la esclavitud directa es la base de la industria burguesa. Sin esclavitud no había algodón; sin algodón, no habría industria moderna… Por lo tanto, la esclavitud es una categoría económica de elevada importancia” (Marx, 1979: 93).
Si bien era obvio que esta práctica trae como consecuencia explotación, abuso, opresión, miseria o violencia, estas se ocultaban haciendo hincapié en los “buenos” logros económicos, como la edificación de países de rápido progreso.
Importa este análisis porque en el caso de los esclavos-animales la categoría tiene la misma función: encubrir a un sistema opresor acentuando su “lado bueno”.
Se dice entonces que, sin esclavitud animal no habría industria cárnica, no habría ganancias económicas, valores de desarrollo, monopolios, etc. En otras palabras, la explotación que implica la esclavitud animal principalmente hace referencia al aprovechamiento, beneficio o rendimiento económico que se obtiene a través de su agresión física y psíquica. Al igual que con los esclavos humanos, la tortura, mutilación o agresión corporal, en los esclavos animales, es una táctica para vencer su voluntad y obligarlos a realizar distintas actividades.
Una forma de tortura psíquica institucionalizada es la separación de las madres y sus crías. Diversos estudios científicos reafirman lo que el sentido común percibe a primera vista: las vacas y sus crías sufren angustia cuando se les separa(Applied Animal Behaviour Science, 2008).
La mutilación o marcas de fuego eran prácticas aplicadas a esclavos humanos y no humanos, ya sea para identificarlos o para asegurar un mayor rendimiento.
En el caso de los animales no humanos, la castración, el corte de colmillos o colas siempre se amparan en bajo el presunto bienestar animal, cuando lo más apropiado, en aras de un verdadero bienestar, sería dejar de confinar y reproducir a estos animales.
Las agresiones corporales hacia seres indefensos o vulnerables son parte prolongada de la historia humana y no solo de la esclavitud. Infantes que robaban comida en tiempos de Cicerón “soportaban ser azotados hasta que les manaba la sangre por todo el cuerpo, no ya sin gritar, más aún sin gemir siquiera, y algunos hasta dejar voluntariamente la vida en ello” (Montaigne, 2014:1417).
Durante la aparición de la fábrica en la Inglaterra del siglo XIX, “Los niños eran retenidos en el trabajo a golpes de látigo, se les hacía objeto de tráfico, y para conseguir mano de obra infantil se realizaban contratos con los orfanatos.” (Marx, 1979: 124).
Las agresiones corporales hacia los animales no humanos han sido prácticas ininterrumpidas en nuestra historia, con el uso de látigos, cuchillos, aturdidores, descargas eléctricas, alicates, banderillas, mordazas, cadenas, estoques, jaulas, etcétera.
Vale señalar que hasta la fecha la moderación de las torturas, mutilaciones o agresiones corporales se positivan en una norma jurídica principalmente por las exigencias de la economía esclavista: mayor productividad y menores costes para el dueño.
Así, la muerte de los animales aparece solo como la desaparición de un ser natural de la trama humana, confirmando nuevamente la absoluta irrelevancia la subjetividad animal frente a la categoría económica de la esclavitud-animal.
Bibliografía:
Adorno Theodor (2004).Mínima Moralia, España: Akal.
Applied Animal Behaviour Science, (2008). consultado en:
Marx, Karl (1979). Miseria de la filosofía, México: siglo XXI.
Montaigne, Michel (2014). Ensayos, España: Galaxia Gutenberg.