Uno de los más célebres cuadros que pintó el maestro renacentista Tiziano, es una representación ideal de los dos tipos de amores a que aspira un humano en la vida: el sagrado, ligado al misterio de lo divino, y el terrenal, carnal o profano. Si se observa el cuadro con la simplificación del pensamiento de nuestra época se puede cometer el error de trastocar los símbolos: la mujer desnuda es nada menos que la diosa Venus y encarna la belleza y la sublimidad de lo sacro, mientras la mujer hermosamente ataviada parece ser una simple mortal que se prepara para una boda. En medio, el dios del amor; la resultante es una mezcla de símbolos paganos y significados cristianos muy propia de la época en que Europa resucitaba el mundo clásico, pero que ha trascendido hasta nuestra era, como es natural.

¿Para que está alusión pictórica si me quiero referir a un concierto musical, denominado “Canto a los humano y lo divino”? El título lo dice bien, la coexistencia de estilos y de épocas podría confundir a más de uno sobre qué encarna lo religioso y trascendente y qué sería lo profano en un programa que ha incluído la sobrina sencillez del inglés Gustav Holst, el espíritu de fin de siglo del alemán Max Bruch (muerto en 1920), y dos colosos del clasicismo: Mozart y Schubert (más allá de la polémica que pueda significar ubicar al maestro del líeder en la esfera de lo clásico; la realidad es que se trata de un genio de la transición hacia el romanticismo pero que mantiene valores estéticos que habrían recibido la aprobación del genio de Salzburgo).
Ojalá se recuperara este programa para su transmisión radiofónica: la ejecución bajo la batuta del maestro Sergio Ramírez se siente igual de natural en la música contemporánea que en la formalidad clásica. Permite un verdadero encuentro con las bellezas simples y pasajeras de este mundo, pero también consigue una genuina evocación de la búsqueda de la divinidad.

El concierto arrancó la suite Brook Green y la suite de San Pablo, del creador de Los planetas. La primera parte cerró con Kol Nidrei de Max Bruch. La segunda parte primero interpretó Sancta Maria, mater Dei, un soberbio motete de Wolfgang Amadeus Mozart, y finalizó con la Misa en Do mayor de Schubert, profunda y llena de recogimiento religioso, pero con suficientes momentos emocionales y con una potente belleza evocativa del coro y los solistas (es el coro de cámara del departamento de música de la UdeG, dirigido por Wilmia Verrier). Betsaida Magali Macías Rivera nos ha regalado las partes más espléndidas del canto solista, una soprano que transporta con belleza melódica y notas altísimas hacia la comunicación con la deidad
He acudido el último año a diversos conciertos que ha dado la Higinio Ruvalcaba tanto en el conjunto Santander de Artes Escénicas como en el teatro Diana de la UdeG. Puedo decir con conocimiento de causa que el concierto del pasado sábado 21 de junio en el primero de los recintos ha sido el más redondo, el mejor logrado dentro de la sobriedad magistral habitual a este conjunto musical.