La trifulca suscitada el sábado 5 de marzo en el estadio La Corregidora entre “Grupos de animación” de los equipos de fútbol Querétaro y Atlas no debe asombrar a nadie, es un fiel reflejo de la violencia que prevalece en el país.
Horas de transmisión en televisión, papel de periódicos, todos indignados por lo sucedió en un estadio de fútbol, “indignación” fue el común denominador, al ver las escenas vistas en “vivo” por televisión y repetidas miles de veces alrededor de todo el mundo.
Pero el hecho simplemente refleja el país en el que vivimos, donde los índices de impunidad llega al 95% de los delitos.
La violencia ha sobrepasado el estado de derecho, no veo la razón por la que el fútbol esté exento de esta situación.
No vi la misma indignación cuando hace apenas unos días, fusilaron impunemente a 16 personas en San José de Gracia, Michoacán, también teniendo como testigos videos que se hicieron virales en las redes sociales.
Es un solo ejemplo de la violencia e impunidad con la que actúan los grupos del crimen organizado del país. Podemos llamarles Pandillas, Carteles, Sicarios.
Está vez el calificativo es “Barras”, estos últimos supuestamente “Grupos de Animación”, que se reúnen, no para apoyar a un equipo, esa es apenas la excusa para desahogar la frustración de su vida diaria y que el fin de semana se emborrachan o se drogan para dar rienda suelta a sus más primitivos instintos animales sin pensar en el prójimo o a quien perjudican; el lunes todo volverá a la vida normal.
La barras iniciaron en los años noventas, cuando algunos jugadores y hasta directivos, principalmente de Argentina, decidieron que el futbol mexicano no tenía la “acción” suficiente en las tribunas y empezaron a organizar estas que llamaron “Barras”, palabra importada del país pampero, y que son el enemigo número uno del futbol sudamericano.
En México lo habitual eran las porras, decenas, cientos que tenían equipos como el Guadalajara, donde un grupo de verdaderos aficionados se reunían en algún sencillo local para comentar sobre su equipo favorito, jugar dominó y tomarse una cerveza, planeando asistir al estadio o ver el partido de su equipo favorito por la televisión.
Todo esto fue sustituido por estos grupos fanáticos, violentos, llamados “barras”, que se han enquistado en nuestro fútbol, cuyo propósito no sólo es apoyar al equipo sino como aplastar a la porra contraria.
El pleito entre las Barras de Querétaro y Atlas son añejas y cada uno se la cobra en su casa.
Esta vez, dicen los barristas del Atlas, fue un “Cuatro” (trampa) que le pusieron a los rojinegros para atacarlos y los barristas queretanos agarraron parejo, sin distinguir aficionados de barristas, lo que provocó el caos y la indignación nacional e internacional, con imágenes que pudieran envidiarse en la guerra entre Rusia y Ucrania.
Las barras lo sabían, los clubes lo sabían, las autoridades lo sabían, entonces : ¿qué fue lo que salió mal? No hubo un operativo adecuado en uno de los partidos llamados de alto riesgo y como es una costumbre en México, las autoridades (policía) se vieron rebasadas, al igual que en San José de Gracia.
Todas las autoridades: gobierno del estado, municipal, de la Federación Mexicana de Fútbol, de la propia FIFA, CONCACAF, el Club Querétaro, están realmente indignados, pero ninguno ha aceptado la responsabilidad y explicado, ¿qué salió mal? En un partido de alto riesgo, pero sobre todo, ¿qué harán?
El tiempo cura todas la heridas, dice la canción y al igual que en la matanza de San José de Gracia, se olvidará y de nuevo a empezar.