Cada 16 de septiembre se celebra la Independencia de México, como un triunfo heroico, pero pocas veces analizamos las historias verdaderas que quedaron detrás de esos años de lucha.
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Miguel Hidalgo, considerado un héroe, en su tiempo era como un criminal, un rebelde que pagó con cárcel y muerte. Su familia, sus esposas e hijos, quedaron marcados por el estigma y la pobreza.
Como recuerda doña María, bisnieta de un insurgente, “mi familia sufrió mucho. No solo por la pérdida, sino por cómo la gente los excluía, los señalaba como delincuentes solo por ser parientes de un preso.”
La primera Constitución, aunque seguía imponiendo la religión católica; no era la libertad completa. E Iturbide, que hoy parece figura gloriosa, buscaba conservar privilegios, no crear justicia para todos.
Las mujeres, los indígenas, los pobres: muchos participaron y ayudaron en silencio, sin reconocimiento. Carmen, descendiente de una insurgente, cuenta que “mi abuela siempre me dijo que fueron invisibles, que nadie hablaba de las mujeres que también sufrieron la cárcel y la pobreza, pero que lucharon con todo.”
Hoy, las familias de las personas en prisión viven historias que no muy distintas. Luis, cuyo hermano está encarcelado, dice: “no nos juzgan solo a ellos, nos juzgan a nosotros, a sus hijos, a sus madres. Nos ven como cómplices, como si fuéramos responsables.”
Lo que hoy celebramos con orgullo fue, una lucha llena de contradicciones, exclusión social con sufrimiento. Los mismos patrones que en la actualidad se repiten siglos después. ¿Por qué seguimos repitiendo la misma historia de rechazo a quienes son diferentes, o están señalados?
Quizás ha llegado el momento de escuchar todas las voces, de reconocer las heridas ocultas y de preguntarnos si hemos cambiado realmente como sociedad.
Feliz Día de la Independencia, pero no sin antes recordar lo que no te cuentan.