Casablanca (1942) no es solo un clásico del cine; es un fenómeno cultural cuyos diálogos son citados universalmente, siendo considerada una de las obras cumbres del género, codeándose en popularidad con títulos como El Apartamento (1960), El Padrino (1972) y El Silencio de los Inocentes (1992).

La cinta, que ostenta el récord mundial de ser el título más referenciado en otras películas de la historia, sentó un precedente ineludible para el cine posterior. Más allá de su influencia técnica o narrativa, es la crudeza y la sensibilidad de sus líneas lo que ha cimentado su leyenda. La historia de amor entre Rick Blaine e Ilsa Lund es una demostración de eternidad cinematográfica que ha resistido el paso de las décadas.

Un Guion Caótico, un Resultado Genial
Lo más fascinante de la película es que su atemporalidad surgió en medio de una producción vertiginosa y caótica. El guion se escribía sobre la marcha, un detalle que solo magnifica el talento de sus creadores. Mientras un equipo desarrollaba la trama romántica, otros guionistas inyectaban los ingeniosos diálogos, el peso político del relato y el pasado antifascista del protagonista.

La propia Ingrid Bergman (Ilsa Lund) documentó la confusión de la época en su biografía:
“El guion se modificaba sin descanso y rodábamos a diario de cero: nos entregaban el diálogo y procurábamos encontrarle sentido. Nadie sabía cómo finalizaría la trama. Era grotesco. Y yo aspiraba a precisar de quién estaba enamorada: ¿de [Paul] Henreid o de [Humphrey] Bogart?”

Frases Grabadas en la Memoria Colectiva
A pesar de la incertidumbre en el set, la improvisación y la colaboración dejaron frases que son ya parte del patrimonio fílmico.
La icónica sentencia: «Siempre nos quedará París. No lo teníamos, lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche» (cuya formulación exacta varía ligeramente de la versión original en inglés) fue una de esas gemas que sus guionistas legaron a la historia sin proponérselo.

Incluso el legendario cierre, «Louis, presiento que es el comienzo de una hermosa amistad», no estaba en el libreto original. Fue un aporte de última hora del productor, que se grabó y se añadió a la banda sonora mientras Bogart y Claude Rains (Capitán Renault) caminaban de espaldas en la niebla, sellando para siempre el destino de la película.
