Petrópolis, Brasil – 22 de febrero de 1942. El escritor austríaco Stefan Zweig, una de las voces más prominentes de la cultura europea, y su esposa, Lotte Altmann, eligieron poner fin a sus vidas en su refugio brasileño, consumidos por la desesperación ante el avance imparable del nazismo. El suicidio, pactado y sereno, fue el epílogo trágico de una larga huida que los llevó a través de continentes.
Los empleados del matrimonio los encontraron al caer la tarde del 22 de febrero: la pareja yacía abrazada sobre la cama, en su casa del elegante asentamiento alemán de Petrópolis, a 64 kilómetros de Río de Janeiro. Sobre la mesita de noche, el testimonio de su decisión: dos vasos con restos de veneno y cuatro cartas de despedida.

La Pérdida de la “Patria Espiritual”
Zweig, judío y ferviente europeísta, había iniciado su exilio tras la llegada de Hitler al poder. Su peregrinaje lo llevó inicialmente a Inglaterra y luego a Estados Unidos, donde la sensación de desarraigo no hizo más que crecer. El autor, que veía su “patria espiritual” —Europa— autodestruirse, no logró encontrar consuelo en el Nuevo Mundo.

En 1941, la pareja se instaló en Brasil, un país que había fascinado al escritor en una gira anterior. “Si el paraíso existe, ¡no podría estar muy lejos de aquí!,” había escrito Zweig. Sin embargo, la paradisíaca fachada no logró disipar su profundo pesimismo. El miedo a que el totalitarismo nazi se extendiera incluso hasta América lo ahogaba: “¿Crees honestamente que los nazis no vendrán aquí? Nada puede detenerlos ahora”, confesó en un texto.

La Sentencia Final
La carta principal de despedida de Zweig, una “Declaración” dirigida a sus amigos, reflejaba la amargura de su derrota moral:
”Saludo a todos mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí.”
El escritor, quien había cumplido 60 años, consideró agotada su fuerza para “comenzar todo de nuevo”, tras años de “andanzas sin hogar”. En otra nota, que condensaba el pacto final de la pareja, resumió la esencia de su decisión: “No tenemos presente ni futuro. Decidimos, enlazados por el amor, no dejarnos el uno al otro.”

El suicidio de Stefan Zweig y Lotte Altmann, ocurrido a miles de kilómetros del frente de batalla, se convirtió en un símbolo de la desesperación intelectual ante el colapso de la civilización y el triunfo del horror, dejando un legado literario póstumo, incluyendo su famosa autobiografía El mundo de ayer.
