En 1321, la muerte de Dante Alighieri sumió a la literatura universal en la incertidumbre. Pese a la magnitud de su legado, La Divina Comedia parecía una obra inconclusa: los últimos trece cantos del «Paraíso» no estaban por ninguna parte.

Tras meses de búsquedas infructuosas por parte de sus hijos, Jacopo y Piero, el misterio se resolvió de forma sobrenatural. Según relatan las crónicas de la época, fue una visión onírica la que rompió el estancamiento. En sueños, Jacopo interrogó a la figura de su padre sobre la integridad de su manuscrito; tras recibir una confirmación silente, el espíritu le señaló un rincón olvidado en su antiguo estudio.

Acompañados por un abogado amigo de la familia, los hermanos descubrieron tras un panel oculto en la pared —cubierto por un tapiz— los folios amarillentos que completaban el ascenso al cielo. Gracias a este hallazgo, lo que hoy conocemos como la obra cumbre de la lengua italiana pudo publicarse en su totalidad, rescatada de las sombras por un supuesto mensaje del más allá.

