jue. May 2nd, 2024
De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo
Comparte si te ha gustado

ESTACIÓN 1. La interpretación más reciente en Guadalajara de la Sinfonía Heroica (la tercera en el catálogo de las nueve beethovenianas) me ha dado vueltas, de manera obsesiva, desde que abandoné el Conjunto Santander de Artes Escénicas, de la Universidad de Guadalajara, la noche del pasado viernes 22 de marzo. La ejecución de la Orquesta Solistas de América no tiene reparos, cada nota en su lugar.

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

Pero echo en falta la pasión y la grandeza que emanan de esta obra, que cambió para siempre la historia de la sinfonía. También debo destacar el mal comportamiento de parte del público. Olviden esa manía recogida de los conciertos pop, de aplaudir al concluir un movimiento (como si fuera el final de una canción) y desconcentrar a los ejecutantes; la verdadera majadería fue salirse de la sala en grandes cantidades, pues al parecer, la obra no llenó su demanda de gusto fácil. Esto es desconcertante pero esclarecedor: la ignorancia de los clásicos reside no sólo en la falta de educación musical de nuestro sistema educativo (que de entrada es gravísima), sino incluso, la carencia de una cualidad elemental: la paciencia, sin la cual es imposible encontrar en el arte, o el pensamiento, sus vetas inagotables, los secretos de su verdadera pervivencia.

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

Lo que refleja la huida de decenas tras la majestuosa marcha fúnebre del segundo movimiento, o del Scherzo del tercer tiempo, es una incapacidad que ya es inherente a la acelerada posmodernidad: si no hay retribución rápida, no perdono una obra que ya en su momento fue criticada por sus considerables dimensiones: alrededor de 50 minutos. La Viena de 1805 tampoco fue especialmente comprensiva, pero los austriacos tienen el pretexto de que realmente, en el mundo jamás se había escuchado algo parecido:

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

“El conjunto parece a menudo inconexo, y la interminable duración de esta Sinfonía, quizá la más larga y difícil de las existentes, deja exhaustos incluso a los connaiseurs, mientras que los simples aficionados la encuentran insoportable” (crítica publicada en Der Freimütige, 1805, y citada en https://angelcarrascosa.blogspot.com/…/acerca-de-la…).

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

Sin embargo, la página de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles sintetiza bien la novedad que aportaba esta obra maestra: “las dos primeras sinfonías de Beethoven sobrepasaron los límites de la sinfonía clásica, definida por Mozart y Haydn, pero su Tercera Sinfonía fue la que realmente cambió las reglas del juego. Objetivamente, básicamente duplicó la longitud de los estándares anteriores. Y si fuera posible medir las expectativas subjetivas del género, probablemente también las duplicó, aumentando las tolerancias expresivas en todos los ámbitos” (https://es.laphil.com/…/pieces/3969/symphony-no-3-eroica).

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

El tema no es para menos. Inicialmente, el revolucionario genio de Bonn concibió esta potente obra orquestal para el hombre de genio más importante de su tiempo: Napoleón Bonaparte, el formidable general que puso a Francia a la vanguardia de una transformación definitiva de la civilización occidental, y a la postre, de todo el mundo.

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

El vizconde de Chateaubriand -”el único escritor moderno a la altura de Dante y de Milton”, según el famoso crítico literario Christopher Domínguez Michael- da en sus Memorias de ultratumba un juicio sobre Bonaparte que no deja lugar a dudas: “Después de Alejandro, comenzó el poder romano; después de César, el cristianismo cambió la faz del mundo; después de Carlomagno, la noche feudal engendró una nueva sociedad; después de Napoleón, la nada; no se ve llegar imperio, ni religión, ni bárbaros”, señala el magnífico prosista bretón, de manera un tanto enigmática, sobre “ese hombre, del que admiro el genio y aborrezco el despotismo”. Extremos reconocibles que reforzarán la ambigüedad de Beethoven ante el corso, quien quiso en su gestación que la Heroica se llamara Bonaparte, pero tras enterarse de su autoproclamación como emperador, decidió borrar la intención.

Lo cierto es que, paralela a la revolución de los derechos del hombre llevada por las milicias napoleónica, aquí está la revolución musical. Nace en la Heroica.

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

“Oímos la Heroica y oímos un gesto sorprendentemente original tras otro. El primero es el sonido inicial: un tremendo acorde tocado y reiterado, seguido por una melodía que simplemente presenta las notas de este acorde una por una. Más adelante, en el primer movimiento, oímos ritmos intensos, silencios fuertemente acentuados, una derivación casi del otro mundo del tema inicial en la clave lejana de Mi menor, una expresión misteriosa del corno del tema tónico contra la armonía dominante en las cuerdas (justo antes de la recapitulación), interacciones rítmicas emocionantes de dos y tres, y dos acordes tónicos finales que reproducen la apertura en espejo”, apunta la experta opinión de Jonathan Kramer (Invitación a la música, 1993. Javier Vergara Editor).

Sigue el musicólogo: “La Marcha Fúnebre es igualmente original, desde su naturaleza misma, pasando por su punzante fuga, hasta llegar a su climax estremecedor. El tercer movimiento aporta una enorme vitalidad que proviene de ritmos maravillosamente ingeniosos: la ambigüedad métrica inicial y su extraordinaria resolución, el movimiento inesperado en ritmos de dos tiempos durante la reexposición después del trío y el juego entrelazado de dos y tres (aun más imbricado que en el primer movimiento). La originalidad del final afirmativo reside en esta forma. Comienza como una serie de variaciones sobre un tema simple, que pasa a ser la línea de bajos de un tema más melódico y finalmente desaparece”.

Kramer sostiene que la lista de gestos sin precedentes en la sinfonía “podría ser interminable, pero no es la novedad de los materiales lo que debemos escuchar, lo que importa es la originalidad del concepto. Beethoven tuvo una idea singular para su tercera Sinfonía, y en el proceso de encontrar la música adecuada para esa idea creó una obra expansiva, integrada y poderosa”.

El mundo no lo ha olvidado, pese a “la multitud de los necios” (citando muy libremente al Eclesiastés). En 2016, la BBC de Londres consultó a maestros vivos de la música, y coincidieron en dar el primer lugar en el género, por encima de la prodigiosa Séptima, de la potente Quinta o de la etérea y significativa Novena; y de cualquier otra sinfonía compuesta jamás por otros autores, justamente a la Tercera, la Heroica.

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

“La revista de música clásica de la BBC ha llevado a cabo una encuesta entre 151 maestros para elegir las mejores de la historia y el divino sordo encabeza el top diez con la Número 3 y la Número 9 (de 1824)”, reseña ABC Cultural (https://www.abc.es/…/abci-sinfonia-heroica-beethoven…). Esta es la obra que una parte de los tapatíos desdeñaron la noche del 22 de marzo, y a la que los solistas de América, dirigidos por Enrique Radillo, algo les faltó para entregarnos una versión memorable (reconozcamos que al ser una de las obras más interpretadas de la historia, y a cargo de prácticamente la totalidad los grandes maestros de todos los tiempos, el reto no es sencillo).

ESTACIÓN 2. Días atrás, el sábado 16 de abril, en el mismo recinto, la mezzosoprano Grace Echauri celebra 35 años de trayectoria y canta cinco canciones de Alma Schindler, esposa del enorme sinfonista Gustav Mahler y amor del pintor Gustav Klimt (la tradición dice que El beso, una de las pinturas más famosas del siglo XX, tomó como modelo a la compositora), un ícono feminista que ha dejado una obra corta de canciones o lieder muy bien valoradas por la crítica. También entona al gran Otorino Resphigi, un maestro modernista italiano que es muy popular por sus piezas orquestales tan famosas como Los pinos de Roma (popularizado aun más por Fantasía 2000 de Disney) Las fuentes de Roma o el Tríptico botticelliano, pero menos conocido como autor de la cantanta Il Tramonto (El atardecer), llena de colorido y pasión, con base en versos del gran Lord Byron, ejecutada con sobriedad y solidez técnica por la gran cantante tapatía.

Estas dos intervenciones fueron acompañadas por el Nocturno opus 40 del checo Antonin Dvorak y la Obertura en do menor del autriacio Franz Schubert. Hay que señalar que tantos años de trabajo serio y sólido han hecho a esta orquesta de cámara un conjunto con bien ganada reputación a nivel internacional. Las espléndidas intervenciones fueron dirigidas por un director huésped: Allen Vladimir Gómez. El buen sonido de este conunto demuestra que cualquier proyecto musical requiere constancia y continuidad para encontrar su mejor sonido. Y es lo que nos da la Higinio Ruvalcaba en cada uno de sus conciertos.

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

ESTACIÓN 3. Hablemos de nuevo de Gustav Mahler, y del gran Mozart. La Orquesta Filarmónica de Jalisco ejecutó en el teatro Degollado el último concierto de la primera temporada 2024 la noche del 21 de marzo, y nos dio un repaso musical de una civilización que hoy muchos consideran poscristiana (al menos en el caso europeo, continente que un famoso intelectual francés, André Glucksmann, consideró “la primera civilización atea de la historia”). El gran compositor vienés está muy a tono: su Totenfeier (“ritos fúnebres”) contiene los elementos seminales de la Segunda Sinfonía, Auferstehung ((“Resurrección”), la cual ha sido señalada por ser una plasmación artística del panteísmo (pan: todos; teos: dios. Ergo, “todo es dios” o “todos somos dios”). De algún modo hay una evolución de la civilización en sentido inverso al de la antigüedad, y un título de Jacob Burkhardt es más que pertinente: Del paganismo al cristianismo. Entre Mozart y Mahler se pasa del cristianismo de los años de la ilustración, a una especie de neopaganismo, si se considera que buena parte de las religiones anteriores a los monoteísmos consideran al universo eterno, el tiempo en eterno reciclamiento y como el mundo completo está encantado, es emanación de lo divino.

De Beethoven y el genio; del amor y el crepúsculo; del cristianismo al neopaganismo

“En la tumba de una persona amada. Su lucha, su sufrimiento y su deseo pasan ante el ojo de la mente. Surgen preguntas: ¿qué significa la muerte? – ¿Hay una continuación?”, apunta el compositor sobre la partitura. Lo interesante de la ejecución de la OFJ es que este poema sinfónico es muy poco interpretado como tal. El creador lo ejecutó como obra independiente sólo una vez, el 16 de marzo de 1896 en Berlín. Después se integró como primer movimiento de la Segunda Sinfonía.

El pesimismo era la nota del contexto creativo. Una mujer cercana a Mahler comentó: “El contenido de todas estas cifras es tan doloroso y trágico que el propio Gustav dijo: cualquiera que haya oído eso debe estar muy devastado […]”.

No se deben escatimar elogios a la interpretación bien templada, sonora, majestuosa, del conjunto dirigido por el español José Luis Castillo. En la segunda parte del concierto, dieron el espacio más solemne de la temporada a la misa de Requiem de Wolfgang Amadeus Mozart, probablemente la celebración de difuntos más famosa de la música.

En un contexto de secularización que arrancaba en los años finales del siglo XVIII -con Mozart al borde de la muerte, con su obra inconcluso (sería terminada por su discípulo Sussmayer)- y que hoy está fuertemente asentado en muchos estados occidentales e incluso de otras latitudes, no deja de ofrecer un potente recordatorio de que esa civilización que mató a Dios, fue potentemente teológica por lo menos hasta finales del siglo XIX.

Es difícil decir demasiadas cosas sobre la composición en sí. Dejemos que lo ilustre el musicólogo Jesús Dini: “obra grave, sombría, nada en ella denuncia una contaminación operística u ornamental. El colorido orquestal es oscuro, con predominio del timbre mortecino […] atraviesa la obra un infinito sentimiento de tristeza, de agotamiento, incluso de desesperación. Los momentos de mayor serenidad y luminosidad (‘recordare’) aparecen teñidos de una inquietante melancolía. El Dies irae (días de ira) es un estallido dramático de increíble fuerza expresiva, evocador del fin de los tiempos. Hay una actitud de plegaria contrita e implorante en la frase ‘salva me’ del Rex tremendae. Una agitación casi febril domina el Confutatis, para llegar a la angustiosa y casi jadeante Lacrimosa, donde se interrumpe la escritura…” (Mozart Amadeus Mozart, Enciclopedia de los grandes compositores, página 83).

Vale la pena reproducir parcialmente la traducción del Dies irae, un texto heredado de la alta edad Media y que muchos compositores modernos, al igual que Mozart, recuperaron debido a su enorme fuerza expresiva:

“¡Será un día de ira, aquel día

en que el mundo se reduzca a cenizas,

como predijeron David y la Sibila!

¡Cuánto terror habrá en el futuro

cuando el juez haya de venir

para hacer estrictas cuentas!

La trompeta resonará terrible

por todo el reino de los muertos,

para reunir a todos ante el trono.

La muerte y la Naturaleza se asombrarán,

cuando todo lo creado resucite

para responder ante su juez.

Se abrirá el libro escrito

que todo lo contiene

y por el que el mundo será juzgado.

Entonces, el juez tomará asiento,

todo lo oculto se mostrará

y nada quedará impune.

¿Qué alegaré entonces, pobre de mí?

¿De qué protector invocaré ayuda,

si ni siquiera el justo se sentirá seguro?

Rey de tremenda majestad

tú que salvas solo por tu gracia,

sálvame, fuente de piedad.

Acuérdate, piadoso Jesús

de que soy la causa de tu calvario;

no me pierdas ese día.

Por buscarme, te sentaste agotado;

por redimirme, sufriste en la cruz,

¡que tanto esfuerzo no sea en vano! dab’ (B)

Justo juez de los castigos,

concédeme el regalo del perdón

antes del día del juicio.

Sollozo, porque soy culpable;

la culpa sonroja mi rostro;

perdona, oh Dios, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena

y escuchaste la súplica del ladrón,

dame a mí también esperanza.

Mis plegarias no son dignas,

pero tú, que actúas con bondad,

no permitas que arda en el fuego eterno […]”.

(Tomado de https://bustena.wordpress.com/…/la-misa-de-requiem-y…/).

¿Canto de cisne de una civilización, o al menos de un momento histórico que demoró más en la periferia latinoamericana, y que puede ser equivalente a lo que el famoso crítico literario Harlod Bloom denonimó “la edad teocrática”? Menos de un siglo después, Nietzche certificará “la muerte de dios”.

En la entrada de la Semana Santa, que erosionada por el secularismo, sobrevive debilitada en Guadalajara, la fuerza simbólica y de nostalgia por un mundo perdido da un marco especial a la ejecución de la OFJ, con cuatro solistas bien templados (Anabel de la Mora, Soprano; Vanessa Jara,mezzosoprano; Ricardo Calderón, tenor y Carlos López,barítono) y dos coros reunidos, el del Estado de Jalisco, dirigido por José María López, y el de Zapopan, dirigido por Mireya Ruvalcaba, cuya imponente interpretación gana al auditorio que ha abarrotado el teatro neoclásico del corazón de la ciudad. Después tendría que venir el silencio, pero es que un cristianismo edulcorado ha permitido la reconquista del mundanal ruido… ese reino que, en definitiva, no es el del gusto del Señor dominador de la vieja cultura


Comparte si te ha gustado

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *