Con la renuncia a la reelección por parte del presidente, Joe Biden y la toma de la estafeta por Kamala Harris, el tablero político-electoral de Estados Unidos se ha sacudido sustantivamente.
Finalmente, el jefe de la Casa Blanca aceptó (no estoy seguro de que lo entendió) que desde un inicio su presidencia estaba proyectada para ser de transición, que por la edad y cuestiones de salud (observadas desde hace algunos años) hacía muy poco probable la posibilidad de que buscara la reelección.
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Sin embargo, al paso de los años en la Oficina Oval, Biden comenzó a sentir que si podía repetir en el cargo, y eso metió a los demócratas en un berenjenal del cual apenas están saliendo con la sustitución de Biden por Kamala Harris.
Las presiones para que el presidente desistiera de su carrera electoral comenzaron luego de su poco afortunada participación en el debate contra Donald Trump, y arrecieron cuando los candidatos al Senado y a la Cámara de Representantes se dieron cuenta que la debacle que se prefiguraba necesariamente los arrastraría a la derrota también a ellos.
Con la renuncia de Biden, lo primero que se sacudieron los demócratas fue el peso de su edad y las ligeras diferencias con respecto a Trump.
Estos dos aspectos serán diferentes con Kamala quien es veinte años más joven que Trump y tiene una visión muy distinta sobre varios asuntos de interés nacional con respecto al republicano, a saber: el aborto, la migración, el cambio climático, la educación, la salud.
A Kamala Harris le bastaron 24 horas para obtener el respaldo de su partido y alcanzar una cifra récord en recaudación de fondos.
Con ello, tiene la candidatura en la bolsa y la Convención Nacional Demócrata el próximo 19 de agosto en Chicago la ratificará, con lo cual evitará divisiones y enfrentamientos que únicamente beneficiarían a los republicanos.
Delegados, gobernadores, legisladores, dueños de las grandes corporaciones económicas mostraron
rápidamente su respaldo.
El asunto que deben de resolver cuanto antes es quién irá como compañero o compañera de fórmula.
Los tiradores son varios: los gobernadores de Pensilvania, Josh Shapiro; de Kentucky, Andy Beshear; de Carolina del Norte, Roy Cooper; de Illinois, Andy Desear; de Montana, J. B. Pritzker; de Maryland, Wes
Moore; y la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer; así como el senador de Arizona, Mark Kelly; y el secretario de Transporte, Pete Buttigieg.
En el caso del gobernador de California, Gavin Newsom no podrá apuntarse a esa tarea porque ambos son oriundos de California y la Enmienda 12 prohíbe que los dos miembros de la fórmula sean del mismo estado, y en caso de hacerlo entonces el partido que lo haga perdería los votos del Colegio Electoral, que en el caso de California representan 54 sufragios.
Sin duda, los demócratas han recibido una segunda oportunidad en su lucha por permanecer en la Casa Blanca, ahora deberán recomponer el camino ir por los votantes indecisos, activar a sus bases sociales y apuntalar la campaña en los estados bisagra que seguramente terminarán por resolver la elección.
Por el lado republicano, deberán ir olvidándose de la idea del triunfo predestinado, de participar en una campaña como si fuera un paseo por el bosque. Su partido deberá rehacer sus discursos anti Biden y apuntar sus baterías a Kamala.
En una semana Trump sufrió un intento de asesinato, Joe Biden se bajó de la carrera presidencial, Kamala Harris aglutinó el respaldo demócrata. Sin duda, hoy por hoy, tenemos pocos indicios que nos permitan prefigurar cuál será el final de la carrera electoral.
Al tiempo.
Profesor del Tec de Monterrey
@contodoytriques