En el siglo XIX Jeremy Bentham propuso a través de su teoría utilitarista “extender el dominio de la dicha por donde quiera que respire un ser capaz de gustarla”. Podríamos decir que sentó las bases éticas para orientar el contenido de lo que hoy podríamos llamar bienestar humano y no humano.
En las últimas décadas hemos notado el uso habitual por instituciones educativas, gobiernos y empresas, del término bienestar animal. Sin embargo, es necesario aclarar que este no debería entenderse como sinónimo del bienestarismo capitalista.
Con bienestar animal queremos decir que, en la práctica, nos exigimos aminorar y de ser posible eliminar el dolor o sufrimiento de los animales.
El bienestarismo pretende justificar el dolor y sufrimiento de los animales con políticas públicas que permiten a los grandes sistemas ganaderos, acreditar normativas abstractas sin responsabilizarse del sufrimiento que causan.
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Al utilitarismo de Bentham le interesaba incluir a los animales en una ética, porque son capaces de padecer dolor y sufrimiento.
A la mentalidad del bienestarismo capitalista no le interesa erradicar el sufrimiento animal humano, ni el no humano, sino la acumulación de capital en este caso a costa de la vida de millones de seres inteligentes y sintientes.
Para Bentham era necesario que “la acción de un alma benévola no se limitara a la raza humana” porque todos los animales, incluidos nosotros, somos capaces de experimentar dolor y goce. Es decir, desde la teoría filosófica utilitarista, era obvio que muchas de nuestras acciones tenían consecuencias negativas hacia otros animales, por lo que debíamos atenderlas para que la dicha pública aumentara.
La mentalidad del bienestarismo capitalista no piensa de esta manera. Antes bien sitúa por encima del sufrimiento animal, las ganancias económicas de unos cuantos. Incluso, no se hace responsable de los efectos dañinos que trae consigo comer carne, por lo que pone en riesgo el bienestar de la mayoría humana.
Está documentado científicamente que la sobreproducción y consumo humano de animales ha generado patologías de todo tipo a nivel planetario; obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes o cáncer de colon; deforestación, despilfarro de agua, destrucción de suelos y cultivos, epidemias y pandemias; emisiones de gases de efecto invernadero y por supuesto el sufrimiento indecible que padecen millones animales dentro de las granjas industriales.
Es evidente que “la suma del mal producido es superior al del bien”, por lo que la sobreproducción ganadera no puede ser considerada bienestar en términos de Bentham.
Así, la llamada ciencia del bienestar animal, postulada por organismos internacionales como la OIE (Organización Mundial de Sanidad Animal) no tiene nada que ver con el bienestar utilitarista de Bentham, pues no pretenden poner en una balanza la “intensidad, duración, certidumbre y proximidad” del sufrimiento de la gran cantidad de afectados humanos y no humanos, contra el placer presente, momentáneo, cruel e innecesario de comer carne.
Habría que trabajar, como señaló Bentham, por una justicia útil, esto es una “justicia que tenga como compañera la benevolencia”, que involucre a toda la creación sintiente capaz de gozar la dicha, pues para el filósofo británico “el bienestar que se comparte con otros animales está íntimamente ligado con el de la raza humana”.
Mientras tanto, no nos engañemos con la falsa publicidad ideología capitalista de su “ciencia del bienestar animal” o “bienestarismo” que continúa fomentando el uso y abuso de animales para el lucro y ganancia de unos cuantos, en detrimento del bienestar psico-físico de la mayoría de los humanos y la vida a la que tienen derecho los animales no humanos.
Si que no se hagan con falsas leyes de “bienestar”.
El bienestar animal es meramente un eufemismo para legitimar el abuso hacia las demás especies sintientes con las que compartimos el planeta. Y es cierto, en ocultar la crueldad bajo certificaciones y legalidades estamos dañándolos no solo a ellos, sino también al ambiente del que dependemos, y con ello a nosotros mismos.
Es verdad, el término de bienestar animal se utiliza mucho por arte de aquellos que realizan las políticas y leyes para, supuestamente, reducir el sufrimiento de los animales. Tal vez, si los propios humanos estuviesen más interesados en su propia salud, entenderían que dejar de consumir animales es uno de los pasos más importantes para lograr mantenerse saludables. Asimismo, existen muchas personas que se dicen estar preocupadas por el medio ambiente, pero de igual manera, prefieren optar por seguir consumiendo productos de origen animal, pese a las implicaciones que conlleva la agricultura animal e los suelos, bosques y agua. Los humanos necesitamos ser más coherentes con nuestras acciones. El bienestar animal es un engaño que sólo disfraza la crueldad de la industria de la explotación animal.