El mundo humano está lleno de connotaciones y significados que posibilitan la orientación y actuación social. Nombramos y encasillamos en campos semánticos lo que nos rodea. En el caso de los animales no humanos, algunos son portadores de significantes positivos y se les considera “bonitos, bellos, tiernos o admirables”.
Otros, por el contrario, tienen significaciones negativas, nombrándoles como “feos, plaga o repugnantes”, pero también se ha construido un campo semántico donde se encasillan a aquellos que se les neutraliza moralmente, los nombrados como “comida, productos o mercancías”.
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Este último significante remite a otros campos semánticos como son “la nutrición, la industria alimentaria o el capital”.
Estos significantes han adquirido una rigidez donde la ausencia de animales resulta descabellada, para la nutrición común debe consumirse algún trozo del cuerpo de un animal u otra proteína de origen animal, a pesar de los diversos estudios que muestran que una alimentación basada en plantas cubre las necesitadas nutricionales en cualquier etapa de nuestras vidas.
Por su parte la industria alimentaria, apoya la producción ganadera, a pesar de que según la FAO (Organización de Naciones Unidas para la alimentación y la ganadería) la producción de carne a gran escala tiene un impacto negativo en la tierra, el agua, la atmósfera, la biodiversidad y contribuye significativamente en el cambio climático.
En el caso del capital o generación de riquezas siempre ha incluido a algunos animales como generadores de dinero: el ganado.
Las raíces del significado de esta palabra es pecus, a su vez esta deriva de pecunia y pecuniosus, que significan riqueza o rico en ganado, opulento.
El significante cultural que se les ha impuesto a estos animales ha tenido primacía, ocultando las implicaciones morales que conlleva comer “proteínas de origen animal”.
Por ejemplo, aunque a primera vista el significante de bebé connota “tierno, lindo, que debe ser cuidado o protegido” no resulta relevante en el caso de los bebés de los nombrados animales de consumo o ganado.
Si alguien se atreviera a comer un bebé humano tendría una connotación valorativa negativa como es el canibalismo, pero si se trata de bebés porcinos o vacunos, la cosa cambia, se les nombra lechón y ternera que connotan comida, dejan de ser considerados dentro del campo semántico de bebés, aunque biológicamente lo sean y entran “misteriosamente” al campo semántico de “productos, mercancías” que a su vez se conectan con el mercado, con la movilización y acumulación de dinero.
Sin duda, será necesario -para disminuir el sufrimiento animal, si es que verdad nos importa- introducir nuevas cadenas connotativas, nuevas atribuciones de valor que atiendan las evidencias y datos que posibilitan el respeto de la vida de los animales, sin importar su especie.
Tengamos en cuenta a la hora de comer los cuerpos o productos de otros animales, que nos encontramos en un sistema de unidades culturales que los significan bajo una valoración. Una valoración que los desprecia arbitrariamente y crea horrores indecibles.
Referencia: FAO, (2006 ) La larga sombra del ganado, problemas ambientales y opciones, disponible en: https://www.fao.org/3/a0701s/a0701s.pdf
Qué maravilla. Sin duda una crítica al fenómeno de la mercancía exige un profundo cuestionamiento del cómo los animales son convertidos en una de ellas. Cuando cambias “trozo de carne” por “sujeto de una vida”, las valoraciones de los animales cambian.
Ojalá y toda esta información llegue a más personas para tomar conciencia, felicidades por seguir defendiendo a los seres no humanos. Te felicito y admiro mucho
La vida es valiosa en cualquiera de sus formas, sólo sabemos de su existencia en nuestro planeta.
Excelente reflexión. Es cierto y lamentable, desde el lenguaje se manifiesta el desprecio hacia los animales considerados meramente objetos. Gracias por hacernos ver esta y otras situaciones de nuestro trato con los animales.
Es cierto, el lenguaje ha sido utilizado para justificar el uso que los humanos hemos dado a los animales. Es más fácil decir que un cachorro es tierno, pero en el caso de una cría de vaca es distinto, y es injusto. Es necesario y urgente hacer justicia a los animales desde el uso de las palabras. Todos los animales no humanos merecen la misma consideración moral, sin importar si nos parecen “feos” o “tiernos”.
Interesante reflexión, sin duda ayuda a reforzar una nueva ética de vida que promueve la no-violencia, al tiempo que beneficia nuestra casa común. Además, sacude la conciencia frente a palabras, no estoy seguro si eufemismos, pero que encubren distintas prácticas violentas con otros seres vivos, animales no humanos.