Son muchas las calamidades por las que pasan las personas migrantes. Desde el rechazo que experimentan en sus lugares de origen que ocasiona que salgan a buscar el futuro en otros lados a consecuencia de la violencia callejera, criminal y estructural, el desempleo o los empleos precarios, las persecuciones políticas o los desastres naturales.
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Sea como sea, son expulsados de sus terruños. El suplicio no concluye con la expulsión, al contrario, los persigue todo el camino hasta llegar al país de acogida o bien morir en el intento. Así es, cada vez
la muerte de las personas migrantes se torna una realidad mayor.
Esta semana la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) informó que, durante 2022, 686 migrantes fallecieron o desaparecieron a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México (100 mujeres, 454 hombres, 31 menores y 83 con sexo y edad indeterminados).
Esta situación sigue colocando a nuestro país como la territorialidad migratoria más violenta del mundo. Como la “frontera vertical” que se torna un agresivo embudo para quienes se aventuran a cruzarla.
Las principales causas de muerte en la frontera entre Estados Unidos y México fueron ahogamiento, con 212 casos, accidentes en vehículos o muertes vinculadas a transporte peligroso, 71 y condiciones ambientales extremas y falta de albergue, comida y agua adecuados, 156.
Para dimensionar la magnitud de esta violencia, veamos que en toda América Latina el año pasado se registraron mil 457 muertes y desapariciones de migrantes (La Opinión, 13 de septiembre de
2023).
Asimismo, una de las tendencias más preocupantes fue el incremento de las muertes a lo largo de las rutas migratorias en el Caribe, con 350 decesos documentados en 2022 en comparación con 245 de 2021.
Las rutas marítimas más peligrosas de la región son aquellas con destino a Estados Unidos, la vía
desde el Caribe a América Central y el trayecto de República Dominicana a Puerto Rico.
En lo que respecta a la selva del Darién, en la frontera entre Panamá y Colombia, se registraron 141 muertes en 2022.
Esta compleja situación nos lleva a levantar la voz para exigir que los gobiernos de las naciones expulsoras y receptoras pongan en marcha políticas públicas que garanticen el derecho a no migrar de las personas, pero también aseguren la humanización del proceso migratorio a lo largo de los países que
atraviesan los migrantes en busca de un futuro.
Sin el compromiso de los gobiernos para atender el fenómeno en cuestión, las condiciones violentas y las
constantes muertes de los migrantes no se reducirán.
Profesor del Tec de Monterrey
@contodoytriques